Doña María Manuela Kirpatrick, esposa de don Eugenio de Guzmán Portocarrero (conde de, vizconde de, marqués de…) y madre de dos hijas (una, emperatriz de Francia por su matrimonio con Napoleón III, y la otra duquesa de Alba), invitaba a una cena en su palacio a las personalidades importantes de las letras y las artes que llegaban a Madrid. Cuando supo que había llegado un escritor francés llamado Prosper Merimée, antes de invitarlo pregunto:
- Y este Merimée ¿es verdaderamente importante?
- Oh, sí, señora marquesa, es tan importante que el propio Victor Hugo lo ha saludado con estas palabras: “Merimée, que es mejor que todos nosotros” (que todos los escritores franceses).
Así que doña Maria Manuela lo invitó, y durante la cena le dijo:
- Monsieur Merimée, ¿escribirá usted algún libro sobre España?
- Pero aún no tengo un tema elegido. Me gustaría hacer algo sobre Andalucía y sus personas, con un ambiente trágico y romántico.
- Pues yo le voy a proporcionar el tema. Precisamente acabo de recibir unas noticias curiosas, pintorescas y dramáticas de un suceso ocurrido hace poco en Sevilla. Un sargento de la guardia de la Real Fábrica de Tabacos, llamado José, estaba enamorado de una joven cigarrera, Carmen. Pues bien, ella lo forzó a desertar y a dedicarse al contrabando, pero después de que el desdichado renunció por amor a su uniforme, a su carrera y a su honor, ella lo abandonó para unirse a un torero de a caballo, de los que llaman “picador”.
- El picador es un torero subalterno, ¿verdad?
- Mais non, Monsieur Merimée. Le véritable héros de la fête c’est le picador.
Cuando terminó la cena, Merimée se disculpó y se marchó al hotel a escribir. Sobre la primera cuartilla, en letras grandes, rotuló: CARMEN. El título de la que sería acaso su mejor novela.
Y ya se sabe; cuando una novela triunfa hay que convertirla en opera, como ocurrió con Las Bodas de Figaro, y con Don Juan, y con La Favorita. Los músicos y empresarios de teatro están esperando una buena historia para convertirla en una buena opera. La novela tuvo un éxito clamoroso en Paris y en toda Europa. Era algo más que una novela. Era una nueva definición de España. Ya no se pensaría en el duque de Alba y la guerra de Flandes al nombrar España; se pensaría en Carmen, mujer bravía, contrabandista, y en el amante celoso que la mató a puñaladas al saberse engañado. España de pandereta, de navaja y de vino, con un fondo de corrida de toros en Sevilla. Bizet le puso buena música a Carmen, y a los compases de su “Toreador” representaron a España por más de un siglo.
Doña Maria Manuela, al final, se sentía no sólo madre de la emperatriz Eugenia y de la duquesa de Alba, sino también de Carmen, a la que ella lanzó a la novela y a la ópera, al contar su tragedia en una cena, a aquel escritor y periodista francés que se llamaba Prosper Merimée, “El mejor de todos nosotros”, que dijo Victor Hugo.
Texto: Isabel Mª Gómez Gonzálvez. Todos los derechos reservados. Artículo completo y fuentes de información sólo para socios.